No siempre es posible tener planes fantásticos y excitantes para el verano. A veces, incluso, nos tenemos que quedar a trabajar en la ciudad. Aun así, quedan las noches, cuando no se puede ni siquiera dormir y solo se puede sudar en el sofá y dejar pasar las horas frente a alguna pantalla. Si el deseo y la voluntad se ponen de acuerdo, es posible incluso librarse de la enésima reposición de Aquí no hay quien viva, de las fascinantes ofertas de la teletienda o del porno cutre de los canales locales. Entonces, aparecen el cine y las series: es la ocasión perfecta para volver a lo que ya hemos visto mil veces pero hemos medio olvidado, para ponerse con lo que no vimos antes por pereza, para dejarse llevar y ver lo que nunca nos atreveríamos a confesar que habíamos deseado ver.
Durante este mes de agosto raro, publicaremos la correspondencia de dos indolentes en estado de abandono estival nocturno. A la mañana siguiente, tras el sudor y el insomnio, ellos se cuentan lo que vieron.